“Nos reunimos hoy para reflexionar colectivamente sobre uno de los temas más decisivos para el presente y el futuro de nuestras instituciones educativas: la irrupción de la inteligencia artificial y sus implicancias en la docencia, en los procesos formativos y en la manera en que concebimos la educación superior”, inició la directora de Pregrado, Leonor Armanet, dando la bienvenida al encuentro con el profesor Abdeljalil Akkari, una instancia que “se enmarca plenamente en los principios de nuestro modelo educativo, que concibe la formación universitaria desde la excelencia académica, el compromiso público, la equidad, la inclusión y la interdisciplina”.
Con una amplia trayectoria en educación intercultural y comparada, Akkari, profesor de dimensiones interculturales e internacionales de la educación de la Universidad de Ginebra, instaló el debate en torno a los impactos de la inteligencia artificial en las universidades a partir de tres puntos: la crisis de la educación superior previa a la irrupción de la inteligencia artificial; cómo ésta sacudirá a las instituciones educativas; y las consecuencias en la evaluación universitaria. Esto, entregando un diagnóstico y ejemplos concretos de su experiencia, pero también propuestas sobre los posibles caminos a seguir.
El académico contextualizó que “la inteligencia artificial llega a un terreno ya un poco problemático” porque existía una crisis previa en la educación superior, que tiene que ver con el financiamiento, las desigualdades, la privatización y la regulación. En este contexto, aclaró que usaba la palabra crisis “en el sentido chino, porque la lengua china, en mandarín crisis, se escribe con dos palabras, peligro y oportunidad”. En relación, entonces, con la irrupción de la IA generativa en educación superior, si bien la primera reacción en su universidad y en muchas otras fue la prohibición, está seguro de que “la puerta de la prohibición no funciona y nunca va a funcionar”.
“Necesitamos crear un diálogo sobre su uso y cómo el profesor la usa”, indicó, visualizando que se suele poner el foco solo en la utilización por parte del estudiantado, pero se habla poco sobre el uso que le dan o deberían dar las y los docentes. “Siempre los colegas dicen, ah, en los trabajos escritos, la mayoría de los estudiantes usan la inteligencia artificial (…) Y yo respondo, ¿qué oportunidad dimos a los estudiantes para aprender a usar la inteligencia artificial? En nuestro programa oficial, ¿cuántos cursos sobre inteligencia artificial tenemos? ¿Cuánta formación? No hablo de sensibilización, no hablo de una jornada, no hablo de una guía de uso de la inteligencia artificial, hablo de cursos con crédito, que serán todo el año o semestrales, donde el estudiante aprende a usar la inteligencia artificial con espíritu crítico, con profundidad”.
En ese sentido, quien fuera asesor de la UNESCO y otras organizaciones internacionales, señaló que es fácil centrarse en el posible fraude académico, cuando no se entregan las herramientas o el conocimiento para evitarlo. “Necesitamos hacer de la IA un instrumento pedagógico en cada curso”, expresó, proponiendo que la posible solución está en utilizar la inteligencia artificial con el estudiantado: “dialogar, mostrar dónde es buena la inteligencia artificial y dónde es limitada. Por ejemplo, en análisis bibliográfico (...) el profesor tiene que iniciar a los alumnos en el uso de la inteligencia artificial, sin poner límites, porque justamente yo creo que la prohibición no va a funcionar (...) y que hay que acabar con la idea de sospecha. Realmente esa es la revolución mental que tenemos que tener”.
“El impacto va a ser muy grande, y yo creo que hasta ahora no nos hemos dado cuenta del impacto que va a tener la inteligencia artificial sobre nuestro trabajo, sobre la academia en general”, afirmó el profesor. Esta “sacudida”, por ejemplo, ya ha puesto en jaque a los métodos de evaluación tradicionales. “Ahora la evaluación en mi universidad está en crisis. Estamos realmente en una reflexión sobre cómo repensar la evaluación universitaria en tiempos de la inteligencia artificial”. Sin embargo, Akkari es optimista y citando al filósofo e historiador francés Michel Serres, aseguró que piensa que la inteligencia artificial va a obligarnos a ser más inteligentes y forzarnos a repensar la evaluación universitaria. “No de manera superficial, sino de manera radical. ¿Somos capaces de hacer eso?”.
Ante estos cambios, sin duda, habrá diferencias entre facultades y entre profesores, puntualizó el académico, porque tienen un vínculo, un uso y un desarrollo distinto en torno a la inteligencia artificial. Pero frente a esto, Akkari propone “romper la tradición de que el trabajo del docente universitario es un trabajo individual; hay que poner un poco más de colectivo dentro de los hábitos de trabajo universitario”