El 11 de septiembre de 1973 se marca un punto de inflexión en la historia de Chile. A partir del golpe de Estado que derrocó al gobierno democrático del presidente Salvador Allende, miles de personas vivieron las consecuencias de las graves violaciones a los derechos humanos. Una de las políticas represivas de este período fue el exilio al extranjero de miles de chilenos y chilenas. Uno de ellos fue el caso de Ricardo Recabarren González.
Tras más de tres décadas en Canadá, Ricardo retornó al país, desarrollando un estrecho vínculo con el compromiso por la memoria. Bajo este contexto surge la conformación del Comité Centenario Ana González, organización nombrada en honor a su madre.
Una de las actividades contempladas será el homenaje a Ana González que se realizará el 2 de septiembre en el Teatro Nacional Chileno, actividad gratuita y abierta al público que se articuló gracias al trabajo desarrollado en colaboración con la Universidad de Chile. En ese sentido, Ricardo destaca el respaldo recibido por el plantel público.
Como parte del ciclo de actividades por la memoria, Ricardo Recabarren participará también en el seminario “Derechos Humanos, Memoria y Futuro”, que se desarrollará los días 27 y 28 de noviembre en la Biblioteca Nacional, instancia que busca reunir a organizaciones, activistas y académicos para reflexionar sobre las consecuencias de la dictadura y los desafíos actuales en materia de derechos humanos.
En su reflexión sobre el presente, Ricardo es enfático: “Chile está en deuda con nuestras víctimas y con los familiares de los detenidos desaparecidos y los ejecutados”. En esta entrevista, ahonda en los pasajes de su vida, el legado de su madre y las actividades que se llevarán a cabo en el marco del centenario.
—Cuéntenos un poco más sobre el comité “Centenario Ana González”, ¿de dónde surge la iniciativa?
El comité surge después de una conversación con un amigo de antaño, Roberto Guerra, gestor cultural. Le planteé que el 26 de julio de este año del 2025 se cumplían 100 años de mi mamá, Ana González de Recabarren, que nació un 26 de julio de 1925. En ese momento conversamos con Roberto y de forma muy generosa —con el conocimiento que tiene— aprendí mucho de él para la organización de estos eventos.
Empezamos a ver un programa, y de la misma manera también empezamos a invitar gente de organizaciones para que se incorporaran a este comité tentativo de los 100 años de la conmemoración del natalicio de Ana González. El primer evento fue en la Municipalidad Recoleta, en el teatro del Centro Cultural que tiene una capacidad de unas 300 personas. Ahí se realizó el primer lanzamiento del libro.
Desarrollamos una actividad que fue muy emocionante. Participó una serie de personalidades, incluyendo al alcalde, a quien le agradecemos por su apoyo a la actividad. Además, parte del panel contó con la participación de la periodista Mónica González y Gustavo Gatica.
—¿Qué le parece que se gestionen alianzas con instituciones como la Universidad de Chile para conmemorar los 100 años del natalicio de Ana González?
Estoy muy agradecido por la solidaridad que nos han mostrado las autoridades partiendo por su rectora, quien ha sido muy receptiva. Envió un saludo desde la universidad a la actividad que realizamos en Recoleta, y gracias a ella se produjo este acercamiento a esta institución que tiene el historial de ser una universidad muy solidaria.
—¿Cuál es el principal legado de Ana González?
El principal legado que dejó Ana González es que nunca dejó de buscar a los detenidos, a sus familiares. Todo esto lo hizo con fuerza, pero con amor. Ella también tenía un compromiso con la juventud, era muy sensible con los jóvenes, y a mí me pasa lo mismo. Cuando veo jóvenes me sensibilizan porque las generaciones pasadas somos responsables de dejarles justamente una sociedad que está llena de odio, odio que nunca viene por parte de la víctima.
—¿Qué valor tiene desarrollar esta conmemoración para la memoria en Chile?
La memoria es como un viaje fascinante hacia atrás, que nos permite conocer la herencia y la historia de nuestro pueblo, nos registra hechos bellos como el triunfo de la Unidad Popular.
Lamentablemente, en esta memoria también existen cuestiones muy negativas, entre ellas, el golpe de Estado. De esta memoria surgen los sectores políticos que de alguna manera pretenden borrar esta historia y la memoria. Eso no es posible.
Un país sin memoria va a permitir que de alguna manera sucedan nuevamente los hechos atroces. Aquí te quiero mencionar, por ejemplo, las declaraciones de la candidata de la UDI —Evelyn Matthei, candidata a la presidencia de Chile—, donde plantea que las muertes eran prácticamente necesarias.
A veces nos acostumbramos y nos convencemos a decir que “la muerte es necesaria". Pero yo te puedo decir, por ejemplo, en esas “muertes necesarias” está la imagen de mi papá. Mi papá era un dirigente sindical, un dirigente obrero. Uno de sus torturadores comenta, cuando lo ajusticiaban, el método horroroso que usaba para torturarlo. Entonces, de usar una bolsa plástica, sofocarlo y al mismo tiempo obligarlo a ingerir una jeringa con veneno yo digo, “¿sabes qué? Mataron a un niño. Mi papá, a pesar de tener 50 años, era un niño. Nunca tuvo infancia. Él a los 6 años ya trabajaba con su abuelo. Nunca fue a la escuela, fue un autodidacta, pero era un dirigente y un líder natural”.
Entonces, esta memoria se pretende de alguna manera negar, porque ahora surge el movimiento del negacionismo, que no nos permite avanzar, y es el tiempo también de ir cerrando con esta zanja que nos divide.
—¿Qué lo moviliza a ser parte de la organización de este comité?
Vengo de una familia donde estábamos todos comprometidos con la Unidad Popular. Éramos todos jóvenes, idealistas, todos comprometidos. Ellos me entregaron la misión, la herencia y la responsabilidad de continuar con las ideas de que alguna vez nuestro país sería más justo.
Estoy cumpliendo con ese legado, el legado de la familia de continuar, sobre todo hoy día en que ellos están desaparecidos y no sabemos dónde están. Eso me mueve, y no solamente la situación de mi familia, sino que buscamos ampliar el tema de la violación de los derechos humanos en este país.
—¿Qué mensaje le entregaría a las nuevas generaciones?
Nuestra generación y el espectro político de hoy en día debe buscar formas de acuerdos para que vayamos resolviendo el problema y podamos tener esta bella juventud que también heredó el combate del pasado.
Los pingüinos –escolares– han empujado este carro de la memoria para que nosotros podamos reaccionar y buscar acuerdos que permitan que en Chile, en nuestro país, se pueda vivir de alguna manera mejor y se puede.
Chile es un país que puede resolver el problema económico, el problema de la salud, el problema de la educación, de la alimentación, del deporte, lo puede resolver y en eso estamos.
Ese es el mensaje de la juventud es que debe educarse, debe entender lo que significa la memoria histórica, la memoria solidaria. Ellos también serán los que van a empujar y serán capaces de poner fin a esta historia tan trágica que nos han hecho vivir los sectores de la ultraderecha y que estamos hoy día pidiendo y que muy posiblemente en Chile nuevamente la ultraderecha asuma el poder.