Thomas Schneider es director ejecutivo de la Association of Pacific Rim Universities (APRU), red que agrupa a 63 instituciones líderes de América, Asia y Australasia. Durante su reciente visita a la Universidad de Chile, en el marco de la primera Semana Internacional, dictó la charla magistral “El rol de las redes universitarias transnacionales frente a los desafíos globales en tiempos de turbulencia geopolítica”, donde presentó su propuesta de planetarismo y la triple capacidad de las redes universitarias para generar conocimiento, diplomacia educativa y comunidad global.
En conversación con Visitantes, de la Dirección de Comunicaciones UCHILE, Schneider reflexiona sobre el rol de las universidades frente a los conflictos geopolíticos, los retos de la inteligencia artificial y la necesidad de repensar la internacionalización más allá de las fronteras nacionales. También destaca el liderazgo de la Universidad de Chile y el valor transformador de programas como el APRU Undergraduate Leaders Program, realizado por primera vez en Sudamérica. "Las universidades deben ser laboratorios de convivencia global", dice el académico suizo radicado en Canadá.
-Bienvenido, profesor Schneider, ¿esta es su segunda visita a Chile?
Sí, es mi segunda vez en Chile. La primera fue hace algunos años, cuando me propuse visitar en persona a la mayoría de nuestras universidades miembros. No es una tarea sencilla considerando las distancias geográficas y los constantes cambios de liderazgo, pero me parecía fundamental establecer un contacto directo con las instituciones.
Esta visita ha sido muy significativa, no solo por reencontrarme con colegas de la Universidad de Chile, sino también por ver cómo se ha fortalecido su proyección internacional. Espero sinceramente que no sea la última, porque cada vez que regreso me sorprende la energía y el compromiso de su comunidad académica.
-En su conferencia habló del rol de las redes universitarias en tiempos de turbulencia política. ¿Cuál es el principal mensaje que quiso transmitir?
Lo primero es que existimos [ríe]. Muchas personas dentro de nuestras propias universidades aún no saben que APRU representa a más de tres millones de estudiantes, académicos y funcionarios. Nuestra misión es ofrecer espacios reales de colaboración, investigación y movilidad, donde las personas puedan trabajar juntas y desarrollar proyectos con impacto global.
También creo que debemos escuchar más a las comunidades locales: a los estudiantes, a los académicos jóvenes, a quienes están comenzando su carrera. Ellos pueden decirnos qué tipo de programas, experiencias o intercambios necesitan. La internacionalización no puede ser solo una política desde arriba, sino una construcción colectiva desde las propias universidades. En ese sentido, me gusta hablar de diplomacia educativa: la capacidad de las universidades de mantener el diálogo incluso cuando los gobiernos no pueden hacerlo.
-La Universidad de Chile organizó junto a APRU el Undergraduate Leaders Program en 2025. ¿Qué impacto tuvo esta experiencia?
Fue una experiencia transformadora, no solo para los estudiantes chilenos, sino para todos los participantes de distintas regiones. Muchos viajaban por primera vez fuera de su país y se encontraron con una universidad pública, comprometida con la democracia y el pensamiento crítico. Eso marcó profundamente a los y las jóvenes.
Además, fue un programa muy especial porque reunió a voces diversas: estudiantes, autoridades, representantes diplomáticos e incluso al Presidente de Chile, quien participó en un seminario sobre democracia. Ese contacto directo con figuras públicas y contextos políticos reales ofreció a los estudiantes una perspectiva única sobre lo que significa ser líder global. La despedida fue muy emotiva, supe, esas emociones reflejan el poder transformador que puede tener la educación internacional cuando se vive de manera humana y cercana.
-APRU nació en 1997, en un contexto de tensiones geopolíticas. ¿Qué papel cumplen hoy las redes universitarias en un mundo fragmentado?
Las redes universitarias fueron creadas justamente para mantener los canales de comunicación abiertos cuando los gobiernos no pueden o no quieren hacerlo. APRU surgió en un momento de tensiones entre Estados Unidos y China, y la idea fue construir un espacio que permitiera el diálogo académico más allá de los conflictos políticos.
Me gusta imaginar nuestra red como un tejido que une instituciones a través del Pacífico. Ese tejido puede estirarse o contraerse, pero nunca se rompe: mantiene la comunicación y la confianza. Creo que esa es la esencia de la cooperación global. En la conferencia propuse que las redes transnacionales tienen una triple capacidad: actuar como meta-universidad, al amplificar la creación de conocimiento; como multi-conector, al ejercer diplomacia multilateral y tender puentes entre sectores; y como macro-comunidad, al fortalecer una identidad planetaria basada en valores compartidos.
-Hoy muchas universidades repiensan el sentido de la internacionalización frente a los cambios tecnológicos y la inteligencia artificial. ¿Hacia dónde debería evolucionar este concepto?
Creo que el término “internacionalización” ya no alcanza para describir lo que necesitamos. Las universidades deben transformarse en instituciones verdaderamente transnacionales y, más aún, en espacios de planetarismo. Este concepto va más allá del internacionalismo: no se trata solo de cooperación entre países, sino de asumir la responsabilidad por la sostenibilidad de toda la civilización humana y del bienestar del planeta entero.
La mayoría de los desafíos que enfrentamos -como el cambio climático, las migraciones o la ética de la inteligencia artificial- no pertenecen a un país ni a un continente; son problemas de toda la humanidad. Por eso, más que promover simples programas de intercambio, debemos ofrecer experiencias que cambien mentalidades. Lo importante no es acumular créditos, sino ampliar la mirada del mundo, aprender a colaborar con personas de otras culturas y comprender nuestra responsabilidad compartida con el planeta. Esa es la verdadera educación del futuro.
-¿Cómo imagina ese futuro para las universidades?
Las universidades del mañana serán distintas a las que conocemos hoy. La tecnología y la inteligencia artificial modificarán no solo la manera en que enseñamos, sino también la forma en que pensamos y nos relacionamos. Pero la misión central seguirá siendo formar personas críticas, empáticas y responsables.
Si logramos que las nuevas generaciones crezcan con la conciencia de que pertenecen a una comunidad planetaria, podremos enfrentar los desafíos venideros con esperanza. Formar ciudadanía global significa educar personas conscientes de su interdependencia con los demás y con el planeta, capaces de ejercer liderazgo ético y empático. En ese sentido, las universidades deben ser mucho más que centros de conocimiento: deben convertirse en verdaderos laboratorios de convivencia global.
-En su exposición mencionó proyectos concretos que ilustran esa visión. ¿Podría comentarlos?
Sí, son ejemplos de cómo las redes universitarias pueden traducir la cooperación en resultados tangibles. Uno de ellos es el programa AI and Data Science for Social Impact, que busca formar a un millón de profesionales en el uso ético de la inteligencia artificial y la ciencia de datos en Asia. Otro es la Red de Bosques Universitarios, que reúne ecosistemas de investigación forestal en distintos países del Pacífico para estudiar el cambio climático, la biodiversidad y la relación entre comunidades humanas y medioambiente.
Ambas iniciativas reflejan que la colaboración universitaria puede generar conocimiento aplicable, medible y socialmente útil. Y eso, en última instancia, es lo que le da sentido a las redes transnacionales: no solo compartir ideas, sino mejorar vidas.
-¿Qué impresión le deja la Semana Internacional de la Universidad de Chile?
Me llevo una impresión excelente. La Universidad de Chile es una de las instituciones más activas dentro de nuestra red y juega un papel de liderazgo muy importante. La Rectora Rosa Devés, por ejemplo, ha sido una voz destacada en el comité directivo de APRU, siempre defendiendo la educación pública y el compromiso ético con el conocimiento.
Mi mensaje final para los estudiantes y académicos es que comprendan que las soluciones globales comienzan con decisiones individuales. Cada persona puede contribuir con su trabajo, su creatividad y sus valores al bienestar común. Como diría Pablo Neruda, se trata de conquistar “la ciudad espléndida” con paciencia ardiente y esperanza colectiva.