Convivencia

U. de Chile aporta diagnóstico pionero sobre conflictos entre aves de corral y carnívoros en zonas rurales

U. de Chile entrega diagnóstico pionero sobre depredación rural
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Gallinero en una zona rural del país. El 92% de los pequeños productores reporta pérdidas por depredación de aves de corral, según el estudio liderado por la U. de Chile y la Universidad de Los Lagos.
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El zorro culpeo es uno de los principales carnívoros nativos mencionados por los productores. Aunque su participación en los ataques es menor que la de los perros, enfrenta represalias que afectan su conservación.
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La güiña, el felino más pequeño de América, suele ser percibida como depredadora de gallinas, pese a que su participación efectiva en los ataques es baja. La confusión y la caza en represalia ponen en riesgo su conservación.
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Productores rurales conviven diariamente con el riesgo de depredación. El estudio destaca que muchas familias carecen de infraestructura y capacitación para reforzar corrales y aplicar medidas preventivas.
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Monitoreo en áreas rurales mediante cámaras trampa. La investigación analizó más de 15.900 predios para identificar frecuencias, especies involucradas y métodos de prevención utilizados por productores.
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Gallinas y pollitos en predios rurales del sur del país. El diagnóstico muestra que perros sueltos concentran el 86% de los ataques, mientras que carnívoros nativos representan una fracción menor.

La depredación de aves de corral por animales carnívoros es un problema histórico en las zonas rurales de Chile, que afecta a miles de familias campesinas que dependen de la crianza de gallinas, pavos, patos y otras aves para su alimentación y sustento. Sin embargo, hasta ahora no existían datos nacionales que permitieran dimensionar la magnitud de este fenómeno, que impacta no solo en el bienestar de los pequeños productores, sino también a nivel ecológico, comprometiendo la conservación de diversas especies nativas.

Un nuevo estudio publicado en la revista Conservation Science and Practice entregó el primer diagnóstico nacional sobre este conflicto y planteó sugerencias para avanzar hacia una convivencia sostenible. En ese contexto, se revelaron datos inéditos: el 92,4% de los pequeños productores sufre depredación en sus predios, y los perros, con o sin dueño, son responsables del 86% de los ataques reportados.

El trabajo fue liderado por Carolina Ugarte, bióloga ambiental de la Universidad de Chile y estudiante de doctorado de la Universidad de Los Lagos. La investigación fue dirigida por Constanza Napolitano, académica de la Universidad de Los Lagos e investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), a través de un proyecto financiado por la National Geographic Society y el Mohamed bin Zayed Species Conservation Fund. También participaron Camila Stuardo (U. de Los Lagos) y Javier Fernández, del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP).

Para recopilar esta información, se realizaron encuestas a profesionales de INDAP que trabajan directamente con pequeños agricultores y personas que crían aves. El análisis abarcó más de 15.900 predios a lo largo del país, registrando características de las granjas, sistemas de confinamiento, frecuencia e intensidad de los ataques, especies depredadoras, métodos de prevención y represalia, además del nivel de conocimiento y las limitaciones de las y los productores.

Primer diagnóstico

A nivel mundial, la mayoría de estudios sobre depredación en granjas se centra en grandes carnívoros como pumas, leopardos o lobos, y en ganado mayor. Solo un 11% de las investigaciones examina el impacto sobre aves de corral. En Chile, la información disponible era fragmentada: entre 2006 y 2012, por ejemplo, este tipo de depredación fue el segundo ataque más reportado al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), con más de mil casos.

“Este conflicto con aves de corral está muy presente en la vida rural, pero desde la ciencia no ha sido abordado con atención, a diferencia de lo que ocurre con especies de ganado grande. Los pequeños productores pierden gallinas durante todo el año, pero pasa más desapercibido. Por eso realizar este diagnóstico era urgente. No se pueden diseñar medidas de manejo sin entender qué enfrenta realmente la gente en su territorio”, señala Ugarte.

La crianza de aves de corral en Chile incluye patos, gansos, pavos, faisanes, codornices y aves ornamentales, generando ingresos por la venta de huevos, carne y ejemplares. En ese contexto, el estudio destaca que la depredación tiene efectos económicos, sociales y ecológicos. “El conflicto afecta la vida cotidiana de personas que viven en zonas rurales y que tienen poco acceso a tecnologías de protección. Por otro lado, el impacto también recae sobre los propios carnívoros nativos que atacan a las aves, como zorros y güiñas, quienes se enfrentan a la cacería en represalia por estos ataques”, explica.

Perros lideran los ataques

El estudio reveló que los perros sin dueño fueron identificados como responsables de ataques por el 73% de los encuestados, mientras que perros de vecinos fueron mencionados por un 54%. Este resultado evidencia el impacto de esta especie doméstica exótica y la falta de tenencia responsable. “Los perros generan pérdidas enormes en una sola noche y están presentes en todo el país. Representan la principal amenaza, tanto para las aves de corral como para los propios carnívoros nativos, y esto requiere un abordaje multidimensional”, afirma Ugarte.

En segundo lugar aparecen los zorros nativos —principalmente culpeo (Lycalopex culpaeus) y chilla (L. griseus)— mencionados por un 64%. Más atrás se encuentra el quique (Galictis cuja), con un 32%, especie nativa poco estudiada. Luego surge el visón americano (Neogale vison), con un 16%, una especie invasora de alto impacto en el sur del país.

“Entre las especies nativas también se mencionan los pumas, aunque no sean comunes en este tipo de depredación, pero la percepción social influye mucho. También aparecen las güiñas, cuya imagen de ‘ladrona’ está instalada culturalmente. Asimismo, se encuentran en menor medida las aves rapaces, que depredan sobre todo a pollitos”, agrega Ugarte.

Otro hallazgo relevante es que un 36% de los productores habría recurrido al control letal, práctica ilegal que pone en riesgo a la fauna nativa. En este contexto, el estudio muestra que los carnívoros nativos representan una fracción mucho menor de los ataques, pero aun así sufren las principales consecuencias.

“Cada vez que se mata un zorro o una güiña por error, pensando que son responsables de la depredación, se genera un impacto ecológico serio. Estas especies cumplen funciones clave en el control de roedores y en mantener el equilibrio de los ecosistemas. Sacarlas del sistema tiene efectos en cascada”, advierte la investigadora.

Asimismo, preocupa la confusión entre el quique —especie nativa— y el visón —especie invasora—, lo cual dificulta los esfuerzos de conservación.

Mejor manejo y convivencia

Frente a este escenario, ¿qué medidas de manejo resultan más efectivas? El estudio identificó que el confinamiento de aves, especialmente nocturno o total, reduce significativamente la frecuencia de ataques. Sin embargo, muchas familias carecen de infraestructura adecuada: un 46% de los agricultores enfrenta limitaciones de recursos y un 37% carece de capacitación para implementar mejoras. Por otro lado, solo un 17% reporta los ataques al SAG, lo que evidencia brechas en el monitoreo y la asistencia estatal.

El diagnóstico no solo caracteriza el conflicto, sino que abre nuevas rutas para su manejo. Ugarte destaca la importancia de estrategias no letales y de un trabajo colaborativo con las comunidades rurales. “La conservación hoy no existe sin la gente. Son las comunidades quienes viven el conflicto día a día y quienes pueden convertirse en protagonistas de las soluciones”, afirma.

En esa línea, resalta un aporte innovador surgido en el marco de su tesis doctoral: un proyecto para evaluar el uso de sonidos disuasivos, como voces humanas y ladridos, para reducir la entrada de carnívoros a gallineros. Esta podría convertirse en una tecnología simple y transferible para pequeños productores.

Finalmente, el equipo subraya que el objetivo del diagnóstico no es señalar culpables, sino aportar información para mejorar la convivencia entre comunidades rurales, fauna doméstica y fauna silvestre. Entre las medidas propuestas destacan reforzar corrales nocturnos, educar en tenencia responsable de perros, promover patrullajes preventivos y fortalecer los protocolos institucionales. Esto incluye estrategias de manejo que reduzcan la presencia de perros vagos y de libre deambulación en zonas agrícolas.

La directora del proyecto, Constanza Napolitano, agradece la participación de las y los profesionales de INDAP que respondieron la encuesta y destaca el trabajo conjunto con Javier Fernández, profesional de la División de Fomento de INDAP y coautor del estudio. “Si queremos que las soluciones basadas en evidencia puedan ser transferibles a los pequeños productores y las comunidades locales a escala nacional, es fundamental mantener una comunicación y colaboración continua entre la academia y los servicios públicos”.

“Si las evaluaciones realizadas por Carolina Ugarte en su tesis son positivas, el uso de sonidos disuasivos podría ser una potencial herramienta para la prevención del conflicto entre aves de corral y carnívoros nativos, y la idea es que pueda ser transferible a las comunidades locales que lo requieran. Para ello, la colaboración estrecha con INDAP, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y otros servicios públicos a nivel nacional es crucial”, señala Napolitano.