Desde que nacemos, el contacto con el mundo nos estimula. Cuando establecemos nuestro primer contacto visual con alguien, percibimos su olor y tomamos su mano, nuestro cerebro ya está trabajando para un desarrollo neurológico óptimo que permita adquirir habilidades para su presente y futuro.
Las sensaciones en esta etapa son una de las fuentes principales —por no decir la más importante— de todo el conocimiento y, por lo tanto, el aprendizaje de los niños va a depender de todas las sensaciones que reciba de su entorno. Así explica Guillermo Zepeda, pediatra del Hospital Clínico de la Universidad de Chile y subdirector de la Escuela de Medicina, a través del concepto de “estimulación sensorial”.
“La estimulación sensorial se puede definir como la exposición a estímulos que van a activar finalmente nuestros sentidos. Es decir, la vista, la audición, el olfato, el gusto y el tacto. Es algo tan inherente a la condición humana, que mientras más temprana e integral sea, mucho mejor será el desarrollo del individuo. Por ejemplo, si bien la estimulación sensorial es importante en toda la etapa del ser humano, es fundamental lo que sucede con los recién nacidos, donde claramente esa estimulación que va logrando habitualmente a través de los padres y principalmente a través de la mamá, lo va condicionando, va desarrollando su cerebro para lograr que este ser humano que está tan chiquitito vaya progresando, vaya creciendo y vaya madurando en óptimas condiciones”.
Tal como señala el médico de nuestro plantel, en los primeros años de vida, la estimulación sensorial activa las vías que envían información al cerebro, formando y reforzando las conexiones neuronales o “sinapsis” a través de la comunicación electroquímica. Una estimulación sensorial adecuada en la infancia refuerza estas conexiones, las hace permanentes y favorece el desarrollo de habilidades como la curiosidad, la atención, la memoria, la coordinación y la resolución de problemas. Además, promueve la comunicación, el desarrollo social y la aceptación de estímulos del entorno, lo que contribuye a la integración sensorial.
Pero, ¿cómo podemos lograr esta estimulación sensorial “adecuada”? Y ¿quiénes juegan un rol en este proceso? Para el pediatra Zepeda, no hay dudas de que entre los primeros dos y tres años, los “mejores juguetes” y los que aportan más conocimiento son otros niños y los adultos.
“Un niño cuando recién está siendo amamantado por su mamá, se están conociendo, y ahí a uno le queda claro que esa etapa del ser humano es vital. ¿Vital para qué? Para tener un desarrollo armonioso, porque finalmente eso es lo que se logra a través de la maduración del cerebro. La integración sensorial se refiere básicamente a este procesamiento, a esta combinación de los diferentes tipos de estímulos que recibe el cerebro para dar una experiencia que sea lo más coherente posible. Y eso evidentemente uno lo va viendo. O sea, los niños que tienen más actividades lúdicas con sus padres, son mucho más seguros, tienen un desarrollo evidentemente cognitivo mejor, se relacionan mucho mejor con sus pares, viven un entorno social distinto en el fondo”, indica el profesional.
Precauciones para no caer en la sobreestimulación ni en el uso de juguetes electrónicos o de alto costo
“Ahora bien, tampoco es como que haya que hacer mucho, finalmente es como dar espacio a que los niños exploren. Eso es lo importante. Hoy en día siento que tanto familias como adultos tenemos una mirada muy adultocentrista de ciertas cosas y privamos mucho a los niños, a los bebés de ciertos estímulos por temores, por inseguridades propias. Pero es esencial dejar que los niños jueguen, que los niños exploren, se ensucien, que tengan experiencias y que también aprendan a ir resolviendo situaciones”, enfatiza Karla Squicciarini, terapeuta ocupacional egresada de la Universidad de Chile, quien destaca distintos puntos a la hora de trabajar la estimulación con niños y niñas, entre ellos, la sobrecarga sensorial.
“Muchas veces pasa que hay familias que están muy ansiosas porque quieren hacer las cosas bien. Y les proporcionan demasiados estímulos a los niños, muchos juegos a la vista, con demasiadas luces, con demasiados sonidos, con diferentes texturas, y al final eso igual es confuso para los niños”, explica la egresada de nuestro plantel. “Y es confuso para su sistema, porque están recibiendo demasiada información y eso genera una sobrecarga sensorial. Entonces, con eso también hay que tener mucho ojo, porque al final el cerebro no logra integrar lo que siente, generando ciertas respuestas que pueden ser exacerbadas”, enfatiza Squicciarini.
Asimismo, la terapeuta ocupacional de la U. de Chile señala que tampoco es necesario invertir en juegos de alto costo, puesto que se puede lograr el mismo resultado en espacios abiertos y con materiales mucho más económicos: “Es como volver a los juegos antiguos. Por ejemplo, jugar al luche, saltar la cuerda, jugar a la pinta, a pillarse. Esos juegos que te invitan a moverte van muy de la mano con esto. Antes no había tanta tecnología, entonces los niños estaban obligados a ir a jugar al patio con la tierra, con el pasto. Entonces, efectivamente no es necesario invertir en juegos carísimos o de ciertas líneas específicas, porque lo anterior va a promover una habilidad del desarrollo en general”.
En esta línea, Squicciarini enfatiza: “De pasada esto estimula la imaginación, porque también hoy pasa que los niños se han visto muy limitados porque están apareciendo otro tipo de juegos más vinculados con las tecnologías. Entonces, los niños suelen tener actividades mucho más pasivas, ya que están quietos frente a una pantalla y eso los limita mucho de este tipo de experiencias que finalmente son esenciales para su desarrollo”.
Estimulación sensorial y lenguaje en un escenario post pandemia
En este análisis, la terapeuta ocupacional también suma el factor post pandemia como un contexto que generó dificultades en el desarrollo de niños y niñas debido a la falta de estimulación. “Por ejemplo, post pandemia fue muy común ver niños que tenían dificultades del lenguaje. Sus tutores solían pensar que tenían algún trastorno del espectro autista, algún trastorno específico del lenguaje, y no, era el encierro. Porque el lenguaje es una habilidad que se adquiere desde lo social. Para que nosotros podamos comunicarnos, necesitamos hablar. Entonces, como los niños estaban en un espacio mucho más privado desde eso, no tenían cómo interactuar. Y empezaron a mostrar este retraso en el lenguaje”, detalla la especialista.
“Y también pasó que post pandemia se empezaron a ver muchos motivos de consulta vinculados a temas de regulación emocional, un tema que particularmente me interesa mucho, porque hoy en día las infancias se están acompañando cada vez menos. Nosotros como adultos somos modelos y guías en el desarrollo. Entonces, como se comparte menos con los niños (porque vivimos en una sociedad ajetreada y las familias lamentablemente tienen menos tiempo), ahora juegan menos y están mucho más pasivos en la interacción, no saben muy bien cómo resolver y gestionar estas emociones porque no han tenido la experiencia. A veces son detalles súper chiquitos. Yo les comento a las familias que, por ejemplo, cuando un niño va a la plaza y se cae porque no sabe bien cómo escalar, resuelve y aprende a solucionar un problema. Dice ‘me agarro de este lado, o quizás debería intentar por este otro lado’. Esto permite gestionar la emocionalidad, aprender a frustrarse. A mí como profesional me hace mucho ruido que mamás y papás digan: ‘Mi hijo tiene una baja tolerancia a la frustración, tiene que trabajar las frustraciones’. Y finalmente para mí la frustración es una emoción que nos invita a movilizarnos, a decir ‘si esto no lo puedo hacer, quizás tengo que buscar otras alternativas’.
La estimulación sensorial es fundamental para mejorar el bienestar y optimizar la calidad de vida de las personas, permitiendo un desarrollo cognitivo y motor que va de la mano con la dimensión emocional. Por lo mismo, la etapa infantil es la de mayor importancia para un cerebro joven en desarrollo, donde bebés y niños de corta edad tienen una necesidad biológica y un deseo de aprender.
Un aspecto que comparte Guillermo Zepeda: “A los niños no hay que subestimarlos. Sí, efectivamente son seres humanos que están creciendo, que están madurando, son chiquitos, pero tienen toda la potencialidad de desarrollo. Tienen un cerebro que es muy plástico, por lo tanto, todo este tipo de estimulación, mientras más temprano es, es mucho mejor. Por eso, nuevamente insisto con que es muy bueno que los papás siempre jueguen con sus niños, que los tomen en brazos, que tengan contacto piel a piel, que le canten canciones, que le cuenten cuentos. Esto que puede parecer un poco científico, médico, con una base en el fondo muy teórica, la verdad que en la práctica se hace habitualmente y tiene una base lógica y médica muy fundamentada”.
Si quieres saber más al respecto, te invitamos a revisar el capítulo 187 de Universidad de Chile Podcast. Ya disponible en Spotify, Tantaku, Apple Podcast y YouTube.