Fue considerada la segunda más importante del país

U. de Chile celebra el Día de las Bibliotecas destacando el legado de su antigua Biblioteca Central

U. de Chile destaca el legado de su antigua Biblioteca Central
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En el marco del Día de las Bibliotecas, la Universidad de Chile recuerda la historia y el legado de su antigua Biblioteca Central, un espacio ubicado en pleno centro de la ciudad que durante décadas fue uno de los principales centros de investigación, acceso a la información, la cultura y la memoria escrita del país.
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La historia de la Biblioteca Central está estrechamente ligada a la de la propia Universidad de Chile. Su origen se remonta a los primeros años de la Casa de Bello, cuando el gran humanista iberoamericano y primer rector de la institución, Andrés Bello, impulsó la creación de un espacio dedicado a la búsqueda de conocimiento y la lectura.
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Información Bibliográfica y Archivística del Archivo Central Andrés Bello. En el siglo XX, la Biblioteca Central llegó a ser considerada la segunda más importante del país, después de la Biblioteca Nacional. Su fondo general, llegó a reunir más de 115.000 volúmenes, junto con una colección de publicaciones periódicas que alcanzó más de 10.000 títulos.
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En la actualidad, ese legado perdura en el Archivo Central Andrés Bello, que conserva las colecciones bibliográficas y documentales de la antigua Biblioteca Central y continúa la fundamental tarea de preservar la memoria universitaria, del país y el mundo.

En el marco del Día de las Bibliotecas, la Casa de Bello recuerda la historia y el legado de su antigua Biblioteca Central, un espacio ubicado en pleno centro de la ciudad que durante décadas fue uno de los principales centros de investigación, acceso a la información, la cultura y la memoria escrita del país. Actualmente, sus colecciones y su infraestructura dan vida al Archivo Central Andrés Bello, unidad dependiente de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones, que continúa con el compromiso de resguardar y difundir el patrimonio documental y bibliográfico de la institución, Chile y el mundo.

La historia de la Biblioteca Central está estrechamente ligada a la de la propia Universidad de Chile. Su origen se remonta a los primeros años de la Casa de Bello, cuando el gran humanista iberoamericano y primer rector de la institución, Andrés Bello, impulsó la creación de un espacio dedicado a la búsqueda de conocimiento y la lectura. Fue así que en 1852 se inauguró el Gabinete de Lectura, a cargo de Ignacio Domeyko, que reunió las primeras colecciones universitarias. Un año más tarde, en 1853, se estableció que la Biblioteca sería depósito de todos los trabajos publicados por la Universidad y sus miembros.

Fue ese mismo año que gracias a un convenio con la Smithsonian Institution, los Anales de la Universidad de Chile comenzaron a distribuirse en Europa y Estados Unidos, recibiéndose en canje diversas publicaciones científicas y literarias, lo que permitió que académicos y estudiantes estuvieran al día con los avances del conocimiento internacional.

Posteriormente, la Universidad adquirió el antiguo templo de San Diego para unir su biblioteca universitaria con la del Instituto Nacional. Con donaciones y adquisiciones particulares, hacia 1921 este acervo ya contaba con cerca de 75 mil ejemplares. Sin embargo, en 1928 el edificio fue demolido por orden del Ministro Interino de Educación, Pablo Ramírez, lo que provocó la pérdida o dispersión de gran parte de las colecciones.

No fue hasta 1936, cuando el Rector Juvenal Hernández reorganizó la Biblioteca, recuperando los fondos conservados y sumando nuevas donaciones, como las de los profesores Amanda y Guillermo Labarca, la sucesión de Pedro Montt y el internacionalista Julio Escudero, entre otros renombrados intelectuales. Ubicada en la Casa Central, la Biblioteca Central fue formalmente establecida por decreto en diciembre de ese mismo año, en el mismo proceso de reorganización impulsado por Hernández.

Su primer director fue Héctor Fuenzalida, quien la dirigió hasta 1958. Desde sus inicios, este espacio se caracterizó por poseer un carácter público y académico, ofreciendo servicios a investigadores, docentes, estudiantes y a la comunidad en general. Contaba con más de 100.000 volúmenes, entre ellos primeras ediciones de los siglos XVII, XVIII y XIX, enciclopedias y obras patrimoniales de gran valor.

Entre sus colecciones más destacadas se encontraban la Biblioteca Neruda, con más de 9.000 volúmenes, la Biblioteca Labarca, y valiosos fondos provenientes de la antigua Biblioteca del Instituto Nacional y de bibliotecas particulares como las de Pedro Montt y Alejandro Fuenzalida. También se resguardaba la Colección Americana y la Colección General que más tarde serían parte de los acervos que custodia el Archivo Central Andrés Bello. “Todo lo que pertenecía a la Biblioteca Central fue heredado por el Archivo Central. Es una continuidad muy significativa, porque prácticamente nada se ha eliminado: son fondos de enorme valor histórico”, explicó Carolina Torres, coordinadora del Área de Información Bibliográfica y Archivística del Archivo Central Andrés Bello.

En el siglo XX, la Biblioteca Central llegó a ser considerada la segunda más importante del país, después de la Biblioteca Nacional. Su fondo general llegó a reunir más de 115.000 volúmenes, junto con una colección de publicaciones periódicas que alcanzó más de 10.000 títulos. Asimismo, se nutrió de las ediciones de Naciones Unidas y fue miembro activo de asociaciones internacionales como la American Library Association, la Unión Panamericana y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Entre sus colecciones patrimoniales que más se destacaron, se encontraban la Colección Neruda, donada en 1954 por el poeta, con más de 3.500 obras de poesía y ejemplares de gran rareza; la Colección Domingo Edwards Matte, integrada por impresos chilenos hasta 1849, periódicos, partituras y obras literarias; y la Colección Iconográfica, con grabados y obras originales de artistas del siglo XIX como José del Pozo, Fernando Brambila y Augusto Borget, entre otros.

Durante décadas, su Sala de Lectura, con calefacción, aire acondicionado y gabinetes individuales, podía recibir hasta 50 personas. De igual forma, comprometido con la difusión del conocimiento, la Biblioteca impulsó además un sistema de Bibliotecas Móviles que recorrían escuelas, facultades y barrios universitarios, complementadas con charlas y actividades culturales. Dentro de estas iniciativas, también organizaba exposiciones bibliográficas y cursos de formación de bibliotecarios, además de proyectar su labor hacia centros culturales, hospitales y organizaciones obreras.

No fue hasta 1994, cuando la Biblioteca Central se unificó con el Laboratorio de Fotografía y Microfilms, dando origen al Archivo Central Andrés Bello. “Esa fusión permitió crear la colección del Archivo Fotográfico y marcó el paso de una biblioteca tradicional a un espacio que también resguarda materiales de archivo. Ya existía la conciencia de que no se trataba solo de libros, sino también de documentos, fotografías y manuscritos únicos”, explica Torres.

En la actualidad, ese legado perdura en el Archivo Central Andrés Bello, que conserva las colecciones bibliográficas y documentales de la antigua Biblioteca Central y continúa la fundamental tarea de preservar la memoria universitaria, del país y el mundo. Desde su sede en la Casa Central, el Archivo resguarda documentos, manuscritos, fotografías y colecciones patrimoniales que dan cuenta de la historia intelectual y cultural del país.

En este Día de las Bibliotecas, la Universidad de Chile celebra la continuidad entre su antigua Biblioteca Central y el actual Archivo Central Andrés Bello, un mismo compromiso por custodiar el conocimiento, promover el acceso libre a la cultura, fomentar la investigación y mantener viva la memoria histórica del país.

Consultas de material Sala de Lectura del Archivo Central Andrés Bello

Actualmente, la Sala de Lectura del núcleo patrimonial de la U. de Chile mantiene un horario acotado debido a las obras en la Casa Central: martes, jueves y viernes de 10:00 a 14:00 horas. Una vez finalizadas, retomará su horario habitual de martes a viernes entre 10:00 y 17:00 horas, poniendo a disposición del público materiales de todas sus colecciones.

Sobre el papel de las bibliotecas en la sociedad, Carolina Torres señaló que “su principal importancia radica en el acceso universal a la información. No se trata solo de tener un libro disponible, sino de contar con mediadores que orienten la búsqueda y el uso adecuado de la información. Ese rol es fundamental. Además, las bibliotecas patrimoniales, como la nuestra, permiten conocer la historia a través de los materiales que resguardan”.