La licenciada en Lingüística y Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Josefa Vecchiola, publicó recientemente “y detrás las mujeres que se pepenan por el desierto” (Inti Ediciones), su primer poemario. En él, el desierto y la cordillera se convierten en el espacio simbólico donde las mujeres se encuentran.
Un concepto central en su obra es el de “pepenar”, un término que se refiere a “recogerse”. “Para mí y mi poesía, este desierto es el espacio simbólico donde todas las voces femeninas y lesbianas nos reunimos en cuerpo y alma para hilvanarnos junto a las huellas y sedimentos de la tierra andina”, explica. Esta experiencia poética culmina con un “florilegio” (palabra latina que significa “recoger las flores”), un apartado donde hila su voz con la de otras poetas fundamentales en su trayectoria. “Aquí hago una colección de trozos selectos, como acto político de reivindicación y honra a todas las voces que voy recogiendo de esta urdimbre literaria”, expresa.
En este diálogo poético se encuentran Gabriela Mistral, Soledad Fariña, Rosabetty Muñoz, Guadalupe Santa Cruz, Eugenia Prado Bassi, Isabel Larraín, Nadia Prado y Margarita Porete, entre muchas otras. Su voz responde a un linaje literario femenino que va desde el Popol Vuh hasta autoras como Marguerite Yourcenar, Adrienne Rich, Angélica Freitas y Malú Urriola, creando una multiplicidad de voces que hablan de habitar un territorio y amar a otras mujeres. “Mi voz intenta ser siempre múltiple, no soy solo yo frente al mundo, sino que soy yo y otras porque las he leído también y las traigo acá”, señala Vecchiola.
Cobijo para las nuevas generaciones
La también profesora de Enseñanza Media de Lengua y Literatura de la Universidad Católica de Chile, y que está hoy cursando un Magíster en Literatura en la Universidad de Chile, considera que es en las salas de clases donde su pasión por la literatura y su compromiso con las disidencias se encuentran con mayor fuerza.
Como profesora de la Escuela de Verano de la Universidad de Chile (EdV), su labor ha trascendido la enseñanza técnica. “Consideramos que la EdV es un espacio súper importante, decimos que ahí hacemos escuela pública”, señala. Su objetivo es claro: ser el primer acercamiento de estudiantes que “quieren pensar la literatura de forma distinta” y que están ávidos de experiencias universitarias. “Recibimos a la juventud efervescente para hablarles sobre aspectos técnicos y lúdicos de la literatura”, agrega.
Desde su perspectiva, es fundamental mostrar otras voces femeninas y disidentes en el aula. “Los y las estudiantes están muy sometidos a la tecnología, lo que los hace aislarse de su entorno y de los encuentros cara a cara. La lectura nos permite conectar con el mundo y conocer experiencias donde también encuentran un refugio”, afirma.
Vecchiola también se ha dado cuenta de que los libros disponibles en las escuelas no siempre satisfacen las inquietudes de los estudiantes, especialmente cuando están en búsqueda de sus identidades: “Por eso, es necesario acercarles autores y autoras con quienes puedan compartir orientación sexual, territorios o temáticas. Les permite habitar el mundo de forma más acompañada, crear comunidad y encontrar espacios donde desarrollarse, lo que incluso puede ser una ayuda para su salud mental”.
Su enfoque pedagógico es también afectivo y político. “Se dan cuenta de que hay un montón de referentes que hablan desde el ser trans, lesbiana y homosexual en el territorio latinoamericano, que existen voces disidentes que no encuentran en las escuelas, pero alguien les tiene que decir dónde están. Para mí eso es un elemento pedagógico muy importante porque al final cambia vidas”, argumenta. Tras publicar su poemario, que actualiza la voz mistraliana, ha sido invitada a varias escuelas para mostrar cómo las poetas jóvenes reactualizan ese legado.
Red de mujeres y pensamiento crítico
Al reflexionar sobre su paso por la Universidad de Chile, Vecchiola afirma: “Fue bastante interesante porque tiene un sello independiente y latinoamericano”. Este sello, explica, se materializó a través de profesoras que marcaron su trayectoria. “Para mí, la Universidad es la red de académicas que me ha ido abriendo el entramado de pensamiento latinoamericano desde una perspectiva de género y del contexto del territorio”, cuenta. Esta red incluyó a Alejandra Bottinelli, Soledad Falabella y Natalia Cisterna, quienes desde sus cursos en los primeros años la acercaron a la teoría literaria feminista y, al ser muy activas en la editorial Cuarto Propio, definieron tempranamente su perspectiva laboral.
Desde segundo año de la Universidad, tuvo una elección consciente: “Decidí tomar asignaturas solo con profesoras mujeres, porque creo que tienen una mirada muy importante desde la literatura, por lo menos la latinoamericana”. Entre ellas, destaca a Daniela Picón y María Eugenia Góngora, quienes le abrieron el camino a las místicas medievales femeninas, un área de estudio que se ha convertido en su afición y que no se estudia en otras universidades del país.
Fue justamente a través de estas redes académicas que se insertó en el mundo editorial. “Fue gracias a la profesora Daniela Picón, que me puso en contacto para trabajar en Cuarto Propio”. “Es la editorial independiente feminista que más ha recogido teorías literarias de mujeres académicas latinoamericanas, especialmente chilenas vinculadas a la Universidad”, señala. En ese espacio fue la encargada de la gestión cultural y de ventas, además de trabajar en ediciones con Ainaí Morales Pino, lo que consolidó su vínculo con el pensamiento crítico feminista.
Para Vecchiola, la Universidad de Chile no fue solo una formadora de profesionales, sino la cuna de un pensamiento crítico y comunitario que hoy aplica en su quehacer diario. “Ellas son claramente las personas que me han llevado a cómo pienso hoy día críticamente”, concluye, refiriéndose a profesoras como Claudia Zapata y Natalia Cisterna, quienes están en la primera línea de la crítica literaria rescatando autoras latinoamericanas de los siglos XIX y XX, y a Alejandra Bottinelli, su profesora de tesis y ahora de magíster, quien la introdujo al análisis de la literatura actual desde marcos teóricos como las políticas culturales afectivas y lo grotesco, siempre con la mirada puesta en rescatar los textos que la academia ha dejado de lado, y que mayoritariamente están escritos por mujeres.