El Salón Eloísa Díaz de la Casa Central se llenó de voces, preguntas y debates los días 23 y 24 de septiembre. Allí, la Universidad de Chile inauguró el Seminario Internacional “Libertad, ética e integridad en la Academia y la Investigación”, organizado por la Dirección de Relaciones Internacionales y la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo. Un encuentro que reunió a especialistas de distintos continentes para discutir los riesgos que enfrenta hoy la producción de conocimiento.
La conferencia de apertura estuvo a cargo de Liviu Matei, académico del King’s College London y uno de los referentes mundiales en educación superior y políticas públicas. Invitado especial de la Casa de Bello, Matei compartió un testimonio que mezcla vivencia personal, investigación académica y activismo: “La libertad académica es como el aire: no te das cuenta de que la necesitas hasta que falta o está contaminada”
El interés de Matei por la libertad académica nació en carne propia. Durante años trabajó en la Universidad Centroeuropea de Budapest, institución que fue expulsada de Hungría por el gobierno de Viktor Orbán. “Ese episodio se convirtió en un caso emblemático a nivel mundial y me llevó a preguntarme cómo proteger este derecho en Europa y en el mundo”, recuerda
Desde entonces, el académico ha desarrollado marcos de referencia para entender y promover la libertad académica en distintos niveles: institucional, nacional, regional y global. Se trata, dice, de herramientas prácticas que permiten a universidades, gobiernos y organismos internacionales saber cómo actuar frente a vulneraciones y actualizar sus propias guías y códigos de ética.
-En su conferencia inaugural presentó un “marco de referencia” para comprender y promover la libertad académica. ¿De qué se trata?
Todas las personas que se relacionan con la academia lo hacen desde un marco de referencia, aunque no siempre lo sepan: autoridades, estudiantes, organismos internacionales, gobiernos. Lo que propongo es reconocer y analizar esos marcos, porque si son débiles u obsoletos generan vacíos. Un ejemplo: cuando la Comisión Europea demandó a Hungría por infringir la libertad académica, el gobierno respondió que no existía un marco europeo, sólo nacional.
Por eso creo que estos marcos deben actualizarse y ponerse en práctica en cada institución. No se trata de documentos abstractos, sino de guías que dan certezas a las comunidades frente a conflictos reales. Si un código es obsoleto, debe revisarse. Si falta, debe crearse.
-¿Cuáles son hoy las principales amenazas a la libertad académica en el mundo?
Destacaría tres. Primero, la desvalorización del conocimiento científico, cuando desde espacios de poder se dice que la investigación “no vale nada”. Segundo, el retroceso democrático y el cierre de espacios cívicos, que afectan directamente a la academia. Y tercero, la invocación de la seguridad nacional, que muchas veces se usa para restringir temas de estudio o colaboraciones internacionales.
Estas amenazas no son abstractas: ya afectan a estudiantes, investigadores y universidades en distintas regiones. A veces se expresan como falta de financiamiento, otras como censura, presiones políticas o limitaciones a la cooperación internacional.
-En su conferencia citó ejemplos donde líderes políticos, como Donald Trump, han desvalorizado la ciencia. ¿De qué manera este tipo de discursos afectan la libertad académica y la confianza social en el conocimiento?
Ese tipo de afirmaciones son muy dañinas porque la libertad académica está directamente ligada al valor que una sociedad otorga al conocimiento y a la ciencia. Cuando desde el poder se dice que la investigación biomédica “no vale nada”, el mensaje que se transmite es que la ciencia no importa, y con ello se debilita también el apoyo a la libertad académica.
No es solo un problema de universidades o de investigadores: cuando se erosiona el respeto por el conocimiento, se abren las puertas a restricciones y censura. En muchos países lo hemos visto acompañado de retrocesos democráticos o de políticas que limitan los espacios cívicos. Por eso sostengo que el ataque a la ciencia es también un ataque a la libertad académica y, en última instancia, a la democracia.
-Mencionó a América Latina y a Chile. ¿Qué impresión se lleva tras su visita?
Escuché con atención las intervenciones en la inauguración del seminario y me impresionó la claridad con que colegas de la Universidad de Chile expresaron su preocupación por resguardar la libertad académica. Me da la sensación de que es un tema central aquí, marcado tanto por la experiencia de la dictadura como por los desafíos actuales del sistema de educación superior.
Creo que Chile puede aportar mucho a la conversación global, precisamente por esa historia de recuperación democrática. Y también porque su sistema universitario enfrenta tensiones particulares que pueden ser comparadas y compartidas con otras realidades.
-¿Qué papel cumplen hoy las universidades públicas frente a estos escenarios?
Tienen la obligación de seguir comprometidas con su misión esencial: la producción y transmisión del conocimiento como un bien público. Aunque haya autoridades o sectores que digan que la ciencia no importa, las universidades no deben abandonar ese principio.
Defender la ciencia y la educación no siempre es fácil, porque significa contradecir poderes políticos, religiosos o económicos. Pero es la única forma de que la universidad cumpla su función. Y la libertad académica es la condición básica que hace posible la investigación y la enseñanza.
-¿Cómo promueve King’s College London estos valores y qué oportunidades ve para cooperar con universidades del Sur Global?
En King’s tenemos normas y estructuras que vienen desde el siglo XIX, cuando se definió que la educación es un bien público. Hoy eso se concreta en reglamentos internos y en un área dedicada a la cooperación internacional, con muchas universidades del Sur Global.
Un ejemplo es el Observatorio Global de Libertad Académica, que creé justamente para estudiar cómo se entiende y aplica este principio en distintas regiones, evitando miradas coloniales. Queremos sumar más voces de América Latina y espero que este viaje nos ayude a avanzar en esa dirección.
-Finalmente, ¿qué mensaje daría a los y las jóvenes investigadoras que sienten lejana o frágil la idea de libertad académica?
Que se tomen el tiempo de leer y entender qué es. Alguien más famoso que yo dijo que la libertad académica es como el aire: no te das cuenta de que la necesitas hasta que falta o se contamina. Ojalá fuera un principio irrelevante, pero es muy poco probable pasar una carrera académica sin enfrentar restricciones.
Por eso creo que es importante que estudiantes y jóvenes investigadores sepan reconocer estas situaciones y tengan herramientas para reaccionar. La libertad académica no es un privilegio, es la base que hace posible que la universidad cumpla su misión.