El pasado 12 de agosto se inauguró en la Plataforma Cultural de la U. de Chile El deseo de relatar el mundo, una exposición conjunta entre el Departamento de Artes Visuales (DAV) de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, el Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak y el Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA) de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. La muestra presenta una selección de obras visuales, poéticas y audiovisuales realizadas por pacientes del Instituto en el marco de procesos terapéuticos vinculados a la salud mental, proponiendo una reflexión sensible y profunda sobre la creación artística en contextos de cuidado.
Dichas obras dialogan y comparten con las de los artistas Víctor “Marinero” Inostroza y Armando Arcos, pertenecientes a la colección de MAPA. Tanto Inostroza como Arcos en su creación desestabilizan los criterios que legitiman las hegemonías del arte, estableciendo así una sinergia con la producción artística de los pacientes y ex pacientes del Instituto.
“Al incluir estas obras junto a piezas patrimoniales, el museo reconoce que la creación artística trasciende las categorías tradicionales y los espacios institucionales. Esto permite ampliar nuestra comprensión de lo que constituye el arte popular y quién puede ser considerado creador. La exhibición de estas obras les otorga legitimidad artística y cultural, desafiando los prejuicios sobre la salud mental y la capacidad creativa. Se reconoce el valor estético e histórico intrínseco de las obras, independientemente del contexto de creación. Estas piezas aportan nuevas narrativas y perspectivas en torno al arte, mostrando formas alternativas de entender y representar la realidad, lo que enriquece la diversidad de voces y experiencias que el museo acoge en torno a la práctica artística”, expresa Paulina Faba, directora de MAPA.
Esta actividad constituye el segundo hito público del convenio marco de colaboración firmado entre el DAV y el Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak el 27 de noviembre de 2023, tras la realización del Coloquio de Arte y Salud Mental, llevado a cabo en diciembre de 2024. Este acuerdo tiene como objetivo impulsar proyectos interdisciplinarios que integren arte y ciencia fortaleciendo el vínculo entre universidad y salud pública, e inaugurando una nueva línea de trabajo en el área de Artes Aplicadas desde el campo artístico universitario.
“Nos interesaba visibilizar el arte que se produce en contextos de salud mental no desde lo marginal, sino como parte legítima del campo artístico y humano. Este proyecto permitió abrir ese espacio, generar comunidad y mostrar la potencia expresiva de quienes han vivido procesos psiquiátricos complejos”, explicó Francisco Sanfuentes, artista, académico y director del DAV.
Una colaboración interinstitucional y comunitaria
Organizada en colaboración con el equipo del MAPA y con el respaldo de su entonces directora, Constanza Urrutia, la exposición reúne piezas de pacientes del Instituto Horwitz que actualmente viven en régimen ambulatorio, muchos de los cuales han atravesado internaciones en el pasado. La selección fue realizada en conjunto con la psicóloga Karla Espinoza del Instituto, y consideró pinturas, textos poéticos, registros sonoros y piezas audiovisuales que invitan a mirar y escuchar otras formas de habitar el mundo.
La inauguración, que contó con la participación de artistas, equipos clínicos, docentes, estudiantes y autoridades, incluyó además una obra sonora compuesta por el prof. Francisco Sanfuentes, construida a partir de testimonios y textos poéticos de pacientes, como gesto de apertura y de bienvenida a estos relatos vitales. “El arte tiene la capacidad de construir sentido desde lo sensible, desde lo no lineal. Es una herramienta de sanación, no sólo en términos clínicos, sino sociales y comunitarios. Esta exposición quiso poner eso en escena”, comentó el director.
Artes aplicadas: más allá del estigma
Lejos de categorías bastante recurrentes como art brut o arte outsider, la muestra se enmarcó en una lectura desde las artes aplicadas, entendidas como prácticas artísticas situadas, comprometidas con contextos específicos de vida, salud y comunidad. Esta perspectiva busca superar el estigma que históricamente ha acompañado al arte producido en entornos psiquiátricos, y propone una integración real con otras formas de arte popular, muralismo, prácticas colaborativas y educativas.
“Nos parecía fundamental alejarnos del concepto de ‘arte bruto’ y sus derivados, que muchas veces refuerza una mirada patologizante. Las obras que aquí se presentan no son meros testimonios de “enfermedad”, sino afirmaciones vitales, deseos, sueños, visiones del mundo”, señaló el académico Sanfuentes.
Instalada en dos vitrinas de extensión de la sede de MAPA en la Plataforma Cultural del campus Juan Gómez Millas de la U. de Chile, la exposición propicia el cruce entre la comunidad del Instituto Horwitz, la comunidad universitaria y el mundo del arte.
“Me parece que tanto en las personas vinculadas a la creación artística en Instituto Dr. José Horwitz Barak como en los casos de Armando Arcos y Víctor Inostroza, la creación artística funcionó como medio de procesamiento de experiencias de vida, como forma de resistencia y como manera de construir identidad y sentido. Las obras de estos artistas comparten un lenguaje visual directo, que prescinde de las mediaciones académicas, lo que privilegia la expresividad por sobre las convenciones formales del sistema del arte. Paralelamente, me parece que estas obras funcionan como documentos históricos y sociales, que muestran miradas particulares sobre la época, la sociedad y la experiencia humana desde perspectivas no hegemónicas”, aporta la profesora Faba.
Desde el DAV se proyectan nuevas acciones vinculadas a esta línea de trabajo interdisciplinaria, que continuará consolidándose a través de experiencias formativas, investigación y extensión artística.
El deseo de relatar el mundo estará abierta entre el 12 de agosto y el 17 de octubre en la sede del Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA) ubicada en la Plataforma Cultural del campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile (Avda. Grecia 3401, Ñuñoa). Puedes visitarla de lunes a jueves entre las 09:00 y 18:00 horas y los viernes entre las 09:00 y las 17:00 horas. La entrada es liberada.
Murales en la CPU: arte, colectividad y vinculación con el medio desde el Taller Interdisciplinario
Durante el primer semestre de 2025, estudiantes de tercer año de la carrera de Artes Visuales de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, participaron en una experiencia única dentro del Taller Interdisciplinario, que los llevó a salir de las salas de la Facultad y trasladar su aprendizaje al Clínica Psiquiátrica Universitara (CPU). Fueron guiados en este proceso por las artistas y académicas del DAV, María de los Ángeles Cornejo y Mónica Bate, y en diálogo con internos, internas y especialistas en salud mental, desarrollaron y crearon dos murales colectivos en los patios del recinto.
La iniciativa surgió gracias a un intercambio entre el director y subdirectora del Departamento de Artes Visuales, Francisco Sanfuentes y María de los Ángeles Cornejos, y profesionales del CPU, lo que abrió la posibilidad de replantear el curso. El proceso incluyó diversas etapas de preparación: visitas previas de las docentes estudiantes para elegir muros y conversar con especialistas del centro; instancias de consulta con los internos e internas, quienes manifestaron qué imaginarios deseaban ver representados en los murales; y sesiones en la Facultad para diseñar propuestas visuales que luego serían sometidas a elección en el CPU.
La consulta directa a la comunidad interna fue clave. No se trataba solo de llevar un mural ya resuelto, sino de dialogar con quienes conviven cotidianamente en esos patios. Las y los internos manifestaron recurrentemente el deseo de contar con imágenes que ampliaran el espacio cerrado: naturaleza, ríos, montañas, pájaros y flores se repitieron como motivos que abrían perspectivas y aliviaban la rutina del encierro.
Desde lo artístico, el desafío fue doble. Por un lado, trabajar en gran escala, lo que exigió procesos de síntesis en las propuestas, así como decisiones cromáticas y compositivas específicas. Por otro, aprender a pintar colectivamente, algo poco habitual en la formación universitaria, donde suele primar la autoría individual.
Según relata la profesora Mónica Bate, la experiencia resultó exigente y enriquecedora tanto para estudiantes como para profesores. Se trató de un proceso de diálogo, ajustes y aprendizajes en terreno, desde aspectos logísticos como la compra de materiales hasta la adecuación a protocolos de seguridad propios de un espacio sensible. La participación de Gabriel Painequeo fue también fundamental: funcionario de la Facultad de Artes que, con su experiencia en pintura a gran escala, orientó a estudiantes en la preparación de superficies, cálculos de pintura y decisiones técnicas.
En total, se realizaron entre cuatro y cinco visitas de pintura, siempre dentro de los horarios del curso, lo que implicó un esfuerzo adicional para los estudiantes. Pese al frío del invierno y las exigencias del trabajo, se logró finalizar dos murales, cada uno ubicado en los patios de hombres y mujeres. Durante las jornadas, algunos internos e internas no solo observaron con interés, sino que incluso llegaron a participar en la pintura, previa autorización del equipo del CPU. Esa interacción directa, limitada y cuidadosamente regulada, dio al proyecto un cariz comunitario y colaborativo que marcó profundamente a quienes participaron.
Reflexiones y proyección
Al cierre del proceso, los y las estudiantes elaboraron textos reflexivos en los que consignaron aprendizajes, dificultades y percepciones sobre la experiencia. De esos escritos emergieron ideas recurrentes en torno a la interdisciplina, el trabajo colectivo y la vinculación con el medio, así como la necesidad de considerar el arte no solo en función de museos y galerías, sino también como una herramienta con incidencia comunitaria y social. “Este tipo de actividades nos recuerda que el arte puede operar en múltiples lugares”, señala la profesora Bate. “No se trató únicamente de decorar patios, sino de un ejercicio artístico pensado, dialogado, que obligó a tomar decisiones cromáticas, espaciales y temáticas en función de un contexto específico y de una comunidad real”.
Una de las cosas más significativas para la profesora Bate fue la experiencia de desarraigo: salir de la típica aula de clases y enfrentarse a un espacio distinto, con protocolos, silencios y dinámicas que desafiaron a todos los involucrados. Ese desplazamiento permitió a los estudiantes comprender que su formación artística no se limita al taller ni a la producción individual, sino que también incluye la capacidad de trabajar en equipo, dialogar con comunidades y pensar el arte como herramienta de apertura y transformación. En palabras de la académica: “Yo creo que es muy bueno que los estudiantes vean esos otros mundos. Que se enfrenten a situaciones y realidades diferentes. Eso hace crecer, tanto en lo artístico como en lo humano. Y al final, de eso también se trata la interdisciplina”.