La construcción de un rompehielos en Talcahuano, que estaría operativo para el año 2024; la renovación de las bases científicas del Instituto Antártico Chileno (INACH) en el Continente Blanco y la instalación de una nueva base permanente más al sur del círculo polar; así como la reactivación del proyecto del Centro Antártico Internacional en Punta Arenas son solo algunos ejemplos de la importante inversión que Chile está haciendo para fortalecer la ciencia antártica. A este despliegue en infraestructura, se suma una importante apuesta en investigación de primer nivel, con la reciente adjudicación de financiamiento a dos centros de excelencia: el Centro Subantártico Cabo de Hornos y el nuevo Instituto Milenio Biodiversity of Antarctic and Subantarctic Ecosystems (BASE), liderado por la Universidad de Chile.
“Este año trajo grandes noticias para la biodiversidad y la conservación”, comenta Elie Poulin, director de esta nueva institución encabezada por nuestro plantel, quien destaca además el financiamiento basal otorgado también al Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB). “Los tres centros sobre biodiversidad que postularon a los concursos de centros de excelencia se adjudicaron financiamiento. Eso tenemos que verlo como un tejido, porque tenemos mucha interacción”, enfatiza el investigador que desde hace más de tres décadas desarrolla investigación asociada al Océano Austral y la Antártica, y que también participa en el directorio del Centro Subantártico Cabo de Hornos.
Julieta Orlando, directora alterna del instituto, manifiesta su orgullo por este reconocimiento que consolida un trabajo desplegado por décadas y que en los últimos cuatro años se vio fortalecido con la constitución del proyecto Anillo Genomics Antarctic Biodiversity (GAB), integrado también por investigadores principales de la Universidad Católica, de la Universidad de Concepción, de la Universidad Austral y de la Universidad de Magallanes, junto a investigadores asociados de varias otras instituciones nacionales.
El proyecto GAB planteó un primer acercamiento al impacto del cambio climático sobre la biodiversidad de la Antártica, en el pasado y el presente, que sentó las bases para avanzar hacia la formación del Instituto Milenio Biodiversity of Antarctic and Subantarctic Ecosystems (BASE). El desafío, ahora, está asociado a una mayor integración disciplinaria y llevar el conocimiento a la toma de decisiones. “Las personas que formamos parte del anillo tenemos un fuerte componente marino, ahora nos fortalecemos con nuevos integrantes, por ejemplo, en el ámbito terrestre y de modelamiento”, señala la microbióloga.
Conservación e incidencia en toma de decisiones
Sin embargo, una de las grandes novedades en torno al trabajo de este equipo es la integración de otras dos nuevas líneas de investigación: una enfocada en la conservación, a cargo del investigador del INACH, César Cárdenas, y otra orientada al Sistema del Tratado Antártico, liderada por el profesor de la Facultad de Derecho de la U. de Chile, Luis Valentín Ferrada. La incorporación de estas dimensiones en la propuesta del Instituto se vieron fortalecidas luego de que en junio de 2021 se publicó el primer informe conjunto entre el IPBES (Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas) y el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático). “No solo pretendemos estudiar cómo se puede ver afectada la biodiversidad en el contexto del cambio climático, también queremos que la información que generemos efectivamente sirva para la toma de decisiones, ya sea en cuanto a conservación y/o gobernanza”, explica Julieta Orlando.
Fortalecer el peso político de la ciencia desarrollada es el objetivo de estas líneas de trabajo. “Vamos a generar desde datos de biodiversidad hasta discutir cómo se debe reformar el Tratado Antártico”, sintetiza el profesor Poulin, quien advierte que desde hace algunos años distintos países rechazan todo cambio o implementación de una nueva zona protegida, probablemente con una visión geopolítica del posible uso futuro de recursos en la zona. “Es un problema de gobernanza, porque mientras el Tratado Antártico opere bajo un sistema de unanimidad, donde todo el mundo tiene que estar de acuerdo para que se acepte algo, no es posible un avance en la protección de estos ecosistemas. Ahí es donde necesitamos a especialistas en derecho internacional, particularmente en derecho antártico, como Luis Valentín Ferrada”, agrega.
La idea, plantea el director del Instituto, es que toda la investigación que se pueda desarrollar, las proyecciones y recomendaciones, se puedan traducir en planes de manejo y el diseño de áreas protegidas. Julieta Orlando complementa que, en este ámbito, uno de los ejes también es promover una mayor integración de los países sudamericanos con programas de ciencia antártica. "Chile va a tener un liderazgo importante por la inversión que está realizando en este tema y la preocupación global que representa. Esto se suma a la ventaja que tiene el país, por la fuerte presencia de población en la zona subantártica y la cercanía con la Antártica. Así que estratégicamente, desde el punto de vista político, nuestro instituto tiene mucho en que contribuir”, sostiene la investigadora de la U. de Chile.
Futuro de la biodiversidad antártica y planetaria
Elie Poulin afirma que el Océano Austral y la Antártica es la región más adecuada del planeta para estudiar los efectos del cambio climático sobre la biodiversidad, ya que es prácticamente el único estresor ambiental de este territorio. “Actualmente, los ecosistemas sufren de cosas mucho peores que los efectos del cambio climático, como la deforestación, la contaminación, el cambio de uso del suelo, la sobreexplotación de recursos o la invasión de especies exóticas. Estos son los estresores más importantes de la biodiversidad hoy, por lejos. Por eso, los ecosistemas prístinos de la Antártica, y en menor medida, la zona Subantártica, representan un sistema ideal para estudiar cómo este estresor, que es el calentamiento global, va afectando la biodiversidad”, detalla.
De esta manera, el Instituto busca jugar un rol clave en la identificación del impacto específico del cambio climático sobre la biodiversidad no solo de estos ecosistemas, sino que de todo el planeta. El trabajo abarcará el análisis, seguimiento y proyección de su incidencia, desde bacterias, plantas e insectos hasta grandes mamíferos como las ballenas, una labor que se verá fortalecida por la red de instrumentos para monitoreo del cambio climático en el Continente Blanco que está desplegando el INACH. El profesor Poulin especifica que esta investigación comprende el estudio genético de las especies en esta zona para identificar cómo han respondido a cambios climáticos del pasado, además del monitoreo sobre lo que ocurre en el presente.
“Vamos a establecer un observatorio de la biodiversidad para hacer seguimiento fino, tener una serie de datos sobre las especies, los cambios de las comunidades o la llegada de especies exóticas. Y tenemos toda una parte de modelización, donde vamos a proyectar qué va a pasar a las especies antárticas, es decir, cuáles van a sufrir extinción, cuáles van a reducir su distribución, cuáles se van a expandir, y cuándo van a llegar especies exóticas a instalarse”, plantea el académico de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile.
De acuerdo a Julieta Orlando, ya se sabe que a futuro existen especies que se podrían extinguir, al menos localmente, debido a los cambios de temperatura, muchas de las cuales son especies endémicas, por lo que la pérdida es irrecuperable. Además, plantea que también existe un riesgo ecosistémico debido al cambio de la distribución de insectos, muchos de los cuales son vectores de enfermedades. Por eso, enfatiza, el estudio general “comprende una trama ecosistémica de biodiversidad que es necesario modelar. A partir de los modelos individuales asociados a cada especie, se pueden modelar escenarios más globales. Por eso, tenemos esta línea del observatorio, que no analizará solo la biodiversidad actual, sino que permitirá realizar proyecciones, que -a su vez- abarcan la generación de modelos individuales por especie y tramas ecosistémicas”.
Finalmente, Elie Poulin sostiene que hoy, ya superada la etapa de demostrar la existencia del cambio climático y tratar de evitarlo, lo que viene es entender en profundidad cuáles van a ser sus consecuencias para prepararse y ver si es posible moderar sus efectos. “Hay que estar preparados porque esto ya es una realidad. Tenemos que estudiar cuáles van a ser los efectos y nuestro Instituto se va a dedicar a entender cuáles van a ser los impactos sobre la biodiversidad e incidir para tomar algunas medidas que sean de protección, para ver si se pueden aminorar esos cambios. Tenemos que entender qué va a pasar”.