Día Mundial de la Alimentación

Expertos de la Universidad de Chile analizan escenario de la alimentación en Chile y plantean cambios en el sistema alimentario del país

Expertos U de Chile plantean cambios en el sistema alimentario chileno

Casi tres cuartas partes de la población chilena presenta sobrepeso, obesidad en muchos casos, debido a malos hábitos alimenticios, una condición que comienza principalmente en la primera infancia y repercute a lo largo de toda la vida. Una deficiente cultura alimentaria que no solo debe combatirse promoviendo la alimentación saludable, sino que mejorando el acceso a productos variados y de buena calidad nutricional; y protegiendo los ecosistemas para poder asegurar el abastecimiento.

“El acceso a la canasta saludable, que cumpliría con las recomendaciones nutricionales de consumir frutas, hortalizas, legumbres y pescados en las proporciones sugeridas, es entre un 25 y un 30% más caro que a la que se accede comúnmente”, señaló la profesora Sofía Boza, académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas (FCA), agregando que este escenario que sería similar en Latinoamérica.

El principal gasto que tiene la población más vulnerable es de alimentación, cualquier ahorro en este ítem del presupuesto es muy valorado. Es el segmento que más resiente cualquier desequilibrio ya sea en el ámbito social, económico o incluso ambiental. El claro ejemplo es lo afectada que se vio la población de los quintiles más bajos durante la emergencia sanitaria por COVID-19.

“La población en general tiene una dieta que no es adecuada en todos los segmentos, pero se acrecienta en los más vulnerable. Tampoco hay suficiente acceso a este tipo de alimentos saludables, falta disponibilidad. Las ferias libres facilitan el acceso, pero no todos pueden ir a comprar. Tampoco hay suficiente información y educación. Y estas son deficiencias que deben trabajarse en una política pública que tome en cuenta tanto el contexto individual como el general”, planteó la profesora Boza. 

El profesor Claus Köbrich, académico de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (Favet), explica que el problema con la nutrición es del tipo social. “En relación al gasto general de la casa, el gasto en alimentos es cada vez menos importante y se espera que siga disminuyendo porque la gente está accediendo a otros servicios, lo que sería un signo de desarrollo. El problema es que accedemos a alimentos más baratos, pero que son de mala calidad”.

De acuerdo con nuestros expertos, nos enfrentamos a la siguiente problemática: cómo mejoramos los hábitos alimenticios de la población cuando hay inconsistencias en el ciclo de la vida diaria que obstaculizan la iniciativa por comer mejor. Por un lado, está el acceso a los productos saludables, dónde los encontramos, cómo los almacenamos, cómo los preparamos; y, por otra parte, está el dinero que se requiere para adquirir estos alimentos, de dónde sacamos presupuesto para gastar en una alimentación más nutritiva.

La falta de tiempo, la comodidad y, en algunos casos, la escasa oferta de productos hacen menos atractivo el deseo por adquirir y consumir alimentos frescos y más saludables. Sin embargo, hay muchas iniciativas que se pueden realizar para cambiar estos hábitos y promover una alimentación que nos permita llevar una vida sin complicaciones de salud.

Se puede intervenir en este hábito de mala alimentación con políticas públicas, con promoción, educación”, afirmó el profesor Köbrich, destacando que desde la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) hay una intención de incorporar la producción de la agricultura campesina en la dieta de los estudiantes; de hecho, durante esta emergencia sanitaria, este servicio público ha distribuido una balanceada canasta de alimentos para que los escolares tengan acceso a una buena alimentación en sus hogares, incorporando productos frescos y de diferente valor nutricional.

La homogeneidad de los alimentos frescos saludables que conoce la mayoría de la población resulta poco funcional para una dieta variada. En este sentido, ampliar la oferta de productos y mejorar los canales de comercialización también resultaría atractivo para los consumidores. 

“Debemos empezar a apoyar a los productores, que entiendan que ya no vendan lo que pueden producir, deben ir adaptándose. Si los productores quieren acercarse a los consumidores, deben comprender sus necesidades. Aquí hay una oportunidad porque hay tantos productos y son todos iguales, una forma que tienen de diferenciarse es con los productos frescos.”, puntualizó el profesor Köbrich, destacando que hay mucha variedad de alimentos disponibles, que no conocemos.

Asimismo, el académico de Favet agregó que “debemos buscar mecanismos que permitan acercarnos a la producción que tenemos próxima, hacer un encadenamiento y promover la colaboración. Salirse de ese consumismo y tener un consumo ético. Los circuitos cortos de comercialización es una de las buenas alternativas. Recuperar valores y tradiciones; y consumir alimentos más sanos, menos preservados”.

Chile y Panamá, sostiene la profesora Boza, son los únicos países de América Latina donde los supermercados dominan el mercado de alimentos. “Hay que ayudar a mejorar los canales de comercialización de los productores y promover conductas que vayan en su apoyo, como asociarse con otros, adaptarse a nuevos productos, a nuevos tiempos y nuevos ritmos”, enfatizó.

“Chile es un país modelo de exportación de alimentos, ingresa a los mercados más exigente del mundo con sus productos, que son reconocidos por su calidad. Ahora es tiempo de mirar hacia el mercado interno y mejorar la oferta existente”, argumentó la profesora Boza. 

 

Sostenibilidad alimentaria

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) impulsa, para la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación, que el sector público y el privado, así como también la sociedad civil, debemos garantizar que nuestros sistemas alimentarios puedan cultivar una variedad de alimentos para nutrir a una población en crecimiento y preservar el planeta, aumentando la demanda de alimentos nutritivos, eligiendo productos saludables y manteniendo hábitos de producción sostenibles pese a cualquier dificultad.

La conservación de la naturaleza resulta fundamental para sostener la producción de alimentos, ya que la actividad agrícola se realiza en contacto directo con los ecosistemas y para su desarrollo depende del suelo, del agua, del clima.

“Una función importantísima de los ecosistemas forestales, es que prestan el servicio de provisión de agua para los cultivos; actuando como regulador del ciclo hídrico, lo cual permite el desarrollo de la agricultura, especialmente en climas mediterráneos”, explicó el profesor Sergio Donoso, académico de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza. 

“La importancia de la conservación de los bosques es que permiten proveer de alimentos a la cadena de abastecimiento, comunidades y recolectores ocasionales.  En Chile es de especial importancia alimenticia y cultural la recolección de piñones de araucaria, así como de hongos y frutos silvestres destacando en el último tiempo el maqui”, especificó el profesor Donoso. 

El profesor Köbrich señala que la actividad agrícola está presente hace más de 10 mil años, pero que no fue sino hasta mediados del siglo pasado que comenzó una producción mucho más masiva, de la mano con el crecimiento de la población.

“El planeta siempre ha sido el mismo, por eso hay que preocuparse de cómo producir más, pero mejor. Tenemos que mejorar los procesos productivos y ver los impactos que hacemos contra el planeta. Mecanismos de producción más sensatos, que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero, la cantidad de desechos, por ejemplo”, advirtió el académico de Favet.

La agroecología aparece como una disciplina científica basada en la implementación de gestión ecológica de agroecosistemas productivos que permitan proveer de alimentos y conservar los recursos naturales, enmarcados en una estrategia de producción sostenible. Relaciona en los sistemas productivos las cadenas de valor y transporte de alimentos, la alimentación con la salud de las personas, el impacto ambiental y la conservación de biodiversidad, la colaboración entre productor y consumidor, el rescate de tradiciones ancestrales de pueblos originarios y de equidad de género. 

“Se está haciendo un cambio de paradigma que es bastante relevante. Las sociedades que se basaban en la producción agrícola se consideraban atrasadas y se estigmatizó el consumo de algunos alimentos por diferentes factores. No hace falta irse a los extremos, pero sí tomar elementos de la tradición que puedan mejorar el equilibrio en la dieta. Hay que modificar los hábitos porque ayuda al planeta, a los pequeños productores, a la salud”, destacó la profesora Boza.

“Hay una evolución que se está dando, que es entender que este tema es multidisciplinario, porque el alimento que consumo repercute en la salud y la agricultura tiene una importante función social”, recalcó la académica.

Es posible hacer un cambio en la alimentación, ver los obstáculos como oportunidades, hacer que comer más sano sea más atractivo para la población y promover una producción de alimentos sostenible, que permita preservar los recursos naturales para que las futuras generaciones puedan vivir en un ambiente sano.