HANS MAGNUS ENZENSBERGER

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ODA A NADIE

Tu corazón humeante es testigo,
único rey, al viento
tu mirada a causa de la pena.
Eres el compañero del encantamiento,
esclarecido por muchos desiertos,
coronado por la desobediencia.
No estás moldeado por el tiempo,
ni salpicada de ceniza
está tu frente fiel.

Eres un espíritu sin lacra,
tu silueta es imponente,
eras, antes, más perfecto
que la raya grande y flotante,
más ungido, en tu brillo,
a mano con la muerte, rey.

Pero no te encuentras ni lejos ni temprano
o tarde, estás aquí.
Tu mirada recta cae
como nieve hecha de aire
y habita en arsenales,
va más allá de los observatorios
a las oficinas polvorientas de objetos perdidos, reposa
en mojados sótanos de cemento,
donde gritan de júbilo los asesinos, cae
sobre trombosis y mechas,
chasquea en los mataderos
y en las retorcidas refinerías
donde el gas hilarante se quema despacio, descansa
en las intrigas de las compañías de navegación
y roza los cometas,
los carcinomas de las altas finanzas,
descansa en las murallas del poder,
tras las cuales los capitales
laten a muerte, y las asedia,
hasta que tu mirada estremecida
frente al cielo, enmohecido
por paracaídas, cae.

Desconocida paseas,
hermosa Bö, de noche,
por Plaza España.
Tu reino regresa a ti,
cazador oculto, cristalino.
En tu magnanimidad,
igual que el inocente espárrago,
tu viva imagen, capturarás,
olvidarás el capital suscripto.

¡Tuyas son la fama y la venganza,
roca nunca importunada, compañero
del encantamiento, testigo secreto
y único! Tu pelo de viento
tu mirada contante se despliega
sobre tu viejo futuro reino,
y preserva en el humo
lo verdadero, en el viento.

 

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